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Escrita con un lenguaje envolvente e intenso, esta novela narra la historia de una mujer que, sin quererlo, va sembrando la muerte a su paso. Una mujer que queda congelada en el delirio cuando la acusan de haber matado a su padre y a su único hermano, y acosada por el dolor y la culpa se hará pasar por loca. Recorrerá entonces el camino más inquietante de la locura: el de la mente acuciada por una lucidez extrema; el camino de la noche y los instintos, donde merodea la loba.
“Enloquecí, es cierto. Después, dijeron que fue otra de mis artimañas. Pero, ¿quién enloquece a propósito?
Volver fue lo único que me sostuvo a lo largo de tanto tiempo, y ahora que estoy aquí, la tortura cobra otro rostro: ¿para qué he regresado?
Sin duda, no quedó atrás, el infierno va conmigo. Y cuando quise acordar estaba abriendo la casa que, por más de treinta años, nadie había abierto. Inmensa, vacía. Lo único que queda en pie sobre esta tierra para atestiguar una historia que amasó por siglos su simiente venenosa. La casa y yo, Rolanda Ferraz. La predestinada a enloquecer, a arrancar al estrago de su letargo, a nombrar la infamia, y convertirme en la única sobreviviente de la tragedia que marcó el final”.